...
...
Sin poder hilvanar frase alguna que pudiera enhebrar las imágenes rutinarias de esta escena que vivencio, y que se repite seguramente desde hace años, me limito tan sólo a reflexionar anonadado.
Son los momentos previos a la cena en que los mozos, impecablemente uniformados con sus chaquetas blancas, preparan las mesas —impecablemente uniformadas con sus manteles blancos— para recibir a los anónimos comensales que desearán ser atendidos como los príncipes que no pudieron ser durante el día.
Cada cosa se encuentra en su lugar.
El cajero acomoda sus papeles y monedas para el cambio. El dueño de casa da sus últimas indicaciones.
Qué sencilla y heterónoma parece la vida de estos seres anónimos. Hombres que se mimetizan con su entorno rutinario. Que se diluyen entre las mesas y las sillas, como una parte más del mobiliario gastronómico.
¡Cada cosa en su justo lugar! ¡Todos los días y durante toda la vida!
Yo sólo siento que aún no he encontrado el mío propio; y cuando creo encontrarlo —o cuando creo que algún lugar sale a mi encuentro— huyo de él como si se tratara del peor de los infiernos.
...
Bs As, 17 de mayo de 2007
© Todos los derechos reservados
...
domingo, 10 de mayo de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
2 comentarios:
He leído la mayor parte de tus poemas, y están bellísimos, gracias por pasar por mi blog, eres bienvenido siempre…
Y me sigo preguntando? Porque todos matan lo que aman? Me encanto!
Monita. Es un gusto muy grande para mí compartir arte y literatura contigo. Me gustó mucho tu blog.
Gracias por tu mensaje
Publicar un comentario