domingo, 10 de mayo de 2009

CADA COSA EN SU LUGAR

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Sin poder hilvanar frase alguna que pudiera enhebrar las imágenes rutinarias de esta escena que vivencio, y que se repite seguramente desde hace años, me limito tan sólo a reflexionar anonadado.

Son los momentos previos a la cena en que los mozos, impecablemente uniformados con sus chaquetas blancas, preparan las mesas —impecablemente uniformadas con sus manteles blancos— para recibir a los anónimos comensales que desearán ser atendidos como los príncipes que no pudieron ser durante el día.

Cada cosa se encuentra en su lugar.

El cajero acomoda sus papeles y monedas para el cambio. El dueño de casa da sus últimas indicaciones.

Qué sencilla y heterónoma parece la vida de estos seres anónimos. Hombres que se mimetizan con su entorno rutinario. Que se diluyen entre las mesas y las sillas, como una parte más del mobiliario gastronómico.

¡Cada cosa en su justo lugar! ¡Todos los días y durante toda la vida!

Yo sólo siento que aún no he encontrado el mío propio; y cuando creo encontrarlo —o cuando creo que algún lugar sale a mi encuentro— huyo de él como si se tratara del peor de los infiernos.
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Bs As, 17 de mayo de 2007
© Todos los derechos reservados
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2 comentarios:

La Monita dijo...

He leído la mayor parte de tus poemas, y están bellísimos, gracias por pasar por mi blog, eres bienvenido siempre…
Y me sigo preguntando? Porque todos matan lo que aman? Me encanto!

Luis dijo...

Monita. Es un gusto muy grande para mí compartir arte y literatura contigo. Me gustó mucho tu blog.
Gracias por tu mensaje