viernes, 20 de febrero de 2009

"MEMENTO MORI"

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Ayer, mientras trotaba por una calle perimetral de mi ciudad, vi a un niño de unos siete años, de condición humilde, jugando con su nueva bicicleta.

—¡Qué linda bicicleta tienes…! Felicitaciones— Le dije.

Me miró con una extraña sonrisa, se paró sobre sus pedales y, en silencio, se puso en marcha con una energía inusual fruto, quizá, del orgullo o de la felicidad que lo embargaba.

Hoy, trotando nuevamente por el mismo sitio, volví a encontrarme con el niño sentado en su bicicleta.

—¡Qué linda bicicleta...!— Le recordé afectuosamente.

Me miró con sorpresa y contestándome con voz inquisidora y segura me dijo:

—¡¿Vos sos el MISMO VIEJO…?!

Fue un latigazo; un latigazo directo a mis piernas que por unos instantes demoraron el ritmo de mi carrera.

Es que el niño se había expresado con brutal franqueza; esa franqueza incómoda que sólo los niños saben expresar.

Esta pequeña anécdota me llevó a recordar, mientras corría, dos pensamientos.

El primero está relacionado con la conocida frase latina “Memento mori” (recuerda que eres mortal o que vas a morir). Frase que tiene su origen en la Roma antigua cuando un general desfilaba victorioso por sus calles. Es que tras él marchaba un siervo que se encargaba de recordarle las limitaciones de la naturaleza humana, con el fin de impedir que incurriese en la soberbia y pretendiese, a la manera de un dios omnipotente, usar su poder ignorando las limitaciones impuestas por la ley y la costumbre.

El segundo está relacionado con lo expresado por Vladimir Jankélévitch:

"Del mismo modo que el indiferente descubre de súbito la personalidad de un vecino al que venía saludando descuidadamente desde hace años, o como el paseante se vuelve de pronto sensible a la belleza de una plaza que atraviesa todos los días sin siquiera mirarla; así como ese paseante, sobre ese paisaje visto mil veces, echa de pronto una mirada nueva, así el hombre que envejece se da cuenta un buen día de la cruel realidad; una mañana cualquiera descubre ese rostro arrugado que es el suyo y que hasta ese día observaba distraídamente; pensativo, examina con cuidado la señal precursora; contempla en silencio los pliegues del rostro como si nunca los hubiera victo antes, ¡como si los viera hoy por primera vez! Y efectivamente descubre la verdad, en cierto modo por primera vez... redescubre a su turno y por cuenta propia aquello que los hombres sabían desde siempre..." (Vladimir Jankélévitch, La muerte, Pre-textos, Valencia 2002, pág. 202)

“—¡¿Vos sos el MISMO VIEJO…?!” Un oportuno Memento mori expresado por el Divino a través de la sonrisa de un niño.

Un auténtico recordatorio cargado de poesía.
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Río Gallegos, 20 de febrero de 2009
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3 comentarios:

Gabriela dijo...

Entré aquí siguiendo las miguitas desde la casa de Teresa Coraspe (amiga) pues su poema allí pegado, me pareció bellísimo.
También en mis segundos de poco tiempo leo "Memento Mori" y la verdad está bueno, pero en algo no coincido, no soy o no me considero una persona mayor, ni pacata, ni nada que se le parezca; pero si en mis años púber, alguien mayor se me hubiera acercado a decirme que linda o que bella bicicleta, jamás le habría contestado, “vos sos el mismo viejo”, aunque viera que va del brazo con la parca para sostenerlo. Es solo mi opinión… Felicitaciones nuevamente, Gabriela.

Luis dijo...

Gracias Gaby.
Más allá de lo irrespetuoso que pudiera ser el niño de hoy, fruto de la decadencia generalizada que caracteriza a nuestro tiempo, dijo lo que mi imagen le transmitía. Verme correr con la barba blanca le disparó su sincera percepción, la de verme un viejo. No te olvides que nosotros cuando teníamos entre 15 y 17 años veíamos ya como viejos a los mayores de 30 año. Es compresible. Gracias por dejar tu valiosa opinión

Gabriela dijo...

A pesar que en nuestra época viéramos a los de 30 o 40, como sucede ahora, pues aún no llegué a los 40, y los de más de veinte me ven como una anciana. Para mí, dejando de lado los pareceres, más bien coincido, “con el fruto de la decadencia en nuestros tiempos”. Uno puede andar con la barba o los pelos blancos por la vida, pero depende de la educación recibida, la respuesta al semejante. En una época y ciertas filosofías decían que había que respetar a nuestros mayores, sino coincidimos con la persona, ser respetuosos y seguir, pues el más joven está aún en el camino de evolucionar, tal vez el otro ya no…Pero bue, nunca se encuentra el punto medio o el equilibrio para las cosas… Saludos Gabriela.