sábado, 26 de junio de 2010

ÍCAROS DE LA POSMODERNIDAD (O de un fracaso anunciado)

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Mucho me agradan las formas alusivas en toda creación artística, donde el lector —ávido buceador de significados—, completa, con su lectura —con su modo particular de ver—, el sentido final de la obra.

Esta es, en parte, una de las virtudes que más destaco de la posmodernidad.

La conclusión a que llego con esta brevísima introducción es la siguiente: no existe UNA obra de arte, LA obra de arte; existen sólo interpretantes, lectores, marcos de referencias, horizontes de sentido.

Si nos trasladamos a un plano más general, podemos decir lo mismo de LA VERDAD UNIVERSAL, ESENCIAL, ETERNA… (Y que me perdonen los amigos católicos y de otros credos, incluidos los ideológicos): No existe tal VERDAD, NI TAL UNIVERSALIDAD, NI ESENCIALIDAD, NI ETERNIDAD. Esta concepción de la VERDAD —romántica y moderna—, hoy se desgrana como la sal entre los dedos.

El pensamiento posmoderno niega con un NO rotundo las verdades absolutas, el sentido absoluto, en síntesis: ¡LOS ABSOLUTOS!

Reivindica en cambio un SÍ a LA TOLERANCIA, a LAS VERDADES RELATIVAS: históricas, epocales, etnográficas, epistemológicas…; en síntesis: ¡Un SÍ al OTRO!: al , al al NOSOTROS.

De todas modos la cosa no es tan sencilla como parece.

Si no existen las VERDADES ABSOLUTAS, esta aserción apodíctica, absoluta que acabo de formular —“No existen las verdades absolutas, sino interpretantes, horizontes de sentido, etc, …”— es una paradoja, una nueva aporía, un contrasentido más, fruto de las proposiciones autoreferenciales a que nos somete el lenguaje, el logos, o la razón. Como la célebre frase de Sócrates “Yo sólo sé que no sé nada”. Pues, si que no sé nada…, algo sé.

Por lo tanto si las VERDADES ABSOLUTAS no existen, aquellas otras VERDADES ABSOLUTAS que las niegan, se niegan a sí mismas con las mismas verdades absolutas con que niegan, y así hasta el infinito. Un círculo vicioso de nunca acabar.

Esto nos estaría señalando, con un dedo acusador que se apoya en nuestra frente, algo fulminante, trágico al conocimiento humano y a su soberbia: los agujeros negros de nuestra RACIONALIDAD, donde van a morir las razones con las cuales pretendemos llegar a la sagrada piedra angular —o punto arquimédico—, comúnmente llamada LA VERDAD ABSOLUTA. O en otros términos: el modelo que sea fiel expresión de la realidad ÚLTIMA.

Pero, lamentablemente, este modelo estará siempre dentro de otro mayor que lo contendrá. Jamás será el último. Será un modelo dentro del modelo. Y así hasta el infinito. Un círculo vicioso de nunca acabar.

¡Oh…, sagrada impotencia a la que estamos sometidos los mortales!
¡Oh…, sagrada limitación impuesta al conocimiento absoluto!
¡Oh…, sagrada pulsión de intentarlo nuevamente, y a pesar de todo!

¡Oh…, sagrada incapacidad humana, demasiado humana, para aceptar su limitada condición finita!

Ícaros del absurdo —errantes moribundos con aladas pretensiones de escapar al laberinto al que fuimos arrojados—, desairamos al Divino, que, ante la soberbia desmesura, derrite nuestros vuelos al primer intento.
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Río Gallegos, 26 de junio de 2010
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3 comentarios:

Antonio Misas dijo...

Luis,

Jamás podría llegar a tu reflexión, a tu pensamiento, porque nunca me planteo explicar el mundo, ni tan siquiera envolverlo en arte o en una verdad, y menos en nada esencial. Solo lo observo y como dices, como introduces, que alguién complete lo que veo, que está ahí, en la calle, en nosotros, en las cosas, sin sentencias, sin aspiraciones, dentro de la impotencia a la que te refieres, en una limitación finita, no del absoluto, en la de reiterar la misma escena, siempre, y volviendo al principio, y ahora sí, en la obsesión de las verdades y mentiras relativas dentro de la no conformidad que implica tener que vivir en tus propias paradojas, alimentándote de las indicaciones y contraindicaciones de los otros.
Vivir puede que sea permanecer en un nudo como elemento de partida, donde el desenlace te hace regresar al mismo cruce de caminos, a pensar en que camino deberías tomar para siempre, siempre, introducirte en el laberinto.

Un abrazo

Luis dijo...

Gracias Antonio:

Muy interesante tu reflexión, la cual, lo quieras o no, responde a una concepción de la verdad que es propia de tu naturaleza, tu cultura, tu historia.
Dices allí:

"que alguien complete lo que veo, que está ahí, en la calle, en nosotros, en las cosas; sin sentencias, sin aspiraciones..."
[...]
"...dentro de la impotencia a la que te refieres, en una limitación finita, no del absoluto; en la de reiterar la misma escena, siempre, y volviendo al principio, y ahora sí, en la obsesión de las verdades y mentiras relativas dentro de la no conformidad que implica tener que vivir en tus propias paradojas..."

Todos conceptos claros y precisos que te definen con una axiología propia y que comparto plenamente

Pero me detendré sólo en una sentencia del comienzo:
Dices:

"Jamás podría llegar a tu reflexión, a tu pensamiento, porque nunca me planteo explicar el mundo, ni tan siquiera envolverlo en arte o en una verdad, y menos en nada esencial"

Bienvenido que así sea, Antonio, porque si todos expresáramos lo mismo no existiría la reflexión filosófica, ni poética ni cosas por el estilo.

Creo que nuestras respuestas al mundo que nos contiene mucho tienen que ver con el entorno inmediato que nos moviliza.

Es muy probable que si yo viviera en una ciudad como Bs As mis escritos estarían referidos y motivados por otro universo: el de la tragedia cotidiana de los rostros anónimos que sobreviven en medio del caos y el sinsentido, expresado en las miradas furtivas, en los ancianos con sus mascotas aburridas; en los mendigos con sus brazos extendidos; en los niños de la calle con sus piernas desnutridas y sus pies descalzos; en la locura de no ir a ninguna parte, en las prostitutas que venden su soledad abundante por un duro; en el burgués satisfecho, de estómago prominente, que encuentra su sentido último “en una buena mamada”.

Expresiones, todas estas, del nihilismo contemporáneo, en el cual estamos inmersos, y que nos define como “absurdos” “posmodernos” “nihilistas” …

Pero no, vivo en la Patagonia de los grandes espacios, de los grandes cielos, de las grandes mesetas; en la inconmensurable infinitud de sus silencios, matriz única para la reflexión poética, filosófica, cultural…, que abarque, abrace y le de sentido ligante o re-ligante —religioso— a lo cotidiano rutinario y alienante de las grandes urbes.

Bienvenido que así sea Antonio. Las otras miradas no anulan las propias: las complementan. Es necesario tener tímpanos afinados a las distintas frecuencias, y sensible retina a las distintas impresiones visuales, para incorporarlas como propias desde “ese otro” lugar desde el cual el Otro me habla.

Un abrazo desde "mi lugar": La Patgonia austral
LH

Siloe_ Sombra dijo...

Hay tantas verdades como seres humanos...
Buscas en cada gesto una explicación final, y no existe, la verdad es cambiante en cada ser y cada condición personal, lo enriquecedor es entender la verdad del que la cuenta, ponerse en su piel e intentar compreder sus "porques".
Sigues motivando mis pesquesisas...
Un beso, Reme.