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...
La calzada está húmeda.
La gente es fea.
Hace frío. Mucho frío.
Las veredas están rotas.
La gente es fea.
Hace frío. Mucho frío.
Las veredas están rotas.
Una pareja de ancianos camina.
La mujer se deja llevar como puede.
El viento los sacude.
Pido un café.
Alguien lee el diario
Son noticias que no son.
(Nuestra farsa surrealista cotidiana)
Una pareja joven se levanta.
Ella es gorda.
Una pareja joven se levanta.
Ella es gorda.
Tiene un culo hiperbólico.
Carga un celulara en la cintura,
Carga un celulara en la cintura,
Se bambolea.
Se acomoda el pantalón.
Tira de los precintos.
Muestra su ombligo impertinente.
Calza tacos altos.
Camina con dificultad.
Muestra su ombligo impertinente.
Calza tacos altos.
Camina con dificultad.
Sus muslos enrechocan
Sig, sig, sig...
Viste a la moda.
Leo:
“Compartiendo, gris, la ceguera de millones,
el escritor ha de tratar de habituar sus ojos
a la oscuridad y reconocerla y hacérsela reconocer
a los otros, hablando de ella”
¡Merda!
Un boludo se aproxima.
Calma.
Se sienta a mi lado.
Dice:
“–Soy adicto al control remoto.
Entro a casa y lo primero que pregunto es:
¿Dónde está el control remoto?”
Alguien lo llama.
Se retira.
Retomo…
“¡Pero si hoy ni siquiera sabemos dónde está la verdadera vida,
qué es, ni como se llama!”
“¡Si nos quedamos sin literatura, nos enredamos
y nos sentimos perdidos; no sabemos a qué unirnos,
qué tolerar; qué amar, qué odiar; qué respetar, que despreciar!”
“Hasta nos resulta molesto ser hombres de verdad, de carne y sangre, con nuestro propio cuerpo; nos avergonzamos de él, y ansiamos convertirnos en algo hipotético denominado el hombre corriente”
¡Merda!
¡El hombre corriente! Ese que veo sobre las veredas rotas, en las mesas del café, en las calzadas resbaladizas.
“Hemos nacido muertos, y durante mucho tiempo nos pusieron en el mundo padres que están muertos a su vez. Y nos gusta cada vez más”
¡Oh, no...! Tres hombres corrientes se aproximan.
Viste a la moda.
Leo:
“Compartiendo, gris, la ceguera de millones,
el escritor ha de tratar de habituar sus ojos
a la oscuridad y reconocerla y hacérsela reconocer
a los otros, hablando de ella”
¡Merda!
Un boludo se aproxima.
Calma.
Se sienta a mi lado.
Dice:
“–Soy adicto al control remoto.
Entro a casa y lo primero que pregunto es:
¿Dónde está el control remoto?”
Alguien lo llama.
Se retira.
Retomo…
“¡Pero si hoy ni siquiera sabemos dónde está la verdadera vida,
qué es, ni como se llama!”
“¡Si nos quedamos sin literatura, nos enredamos
y nos sentimos perdidos; no sabemos a qué unirnos,
qué tolerar; qué amar, qué odiar; qué respetar, que despreciar!”
“Hasta nos resulta molesto ser hombres de verdad, de carne y sangre, con nuestro propio cuerpo; nos avergonzamos de él, y ansiamos convertirnos en algo hipotético denominado el hombre corriente”
¡Merda!
¡El hombre corriente! Ese que veo sobre las veredas rotas, en las mesas del café, en las calzadas resbaladizas.
“Hemos nacido muertos, y durante mucho tiempo nos pusieron en el mundo padres que están muertos a su vez. Y nos gusta cada vez más”
¡Oh, no...! Tres hombres corrientes se aproximan.
Disimulo
Uno dice:
“–¡Eh, qué hashés ...!
–A ver…? ´ Me-mo-rias-del-sub-sue-lo’. Mmm... ”
No respondo.
Uno dice:
“–¡Eh, qué hashés ...!
–A ver…? ´ Me-mo-rias-del-sub-sue-lo’. Mmm... ”
No respondo.
Se retiran.
Sigo leyendo.
“Otra cosa me inquieta: era diferente a todos, y todos eran diferente a mí
–Yo soy uno sólo, y ellos son muchos”
Me levanto.
Vuelvo a la calle.
Trato de no pensar.
Sigo leyendo.
“Otra cosa me inquieta: era diferente a todos, y todos eran diferente a mí
–Yo soy uno sólo, y ellos son muchos”
Me levanto.
Vuelvo a la calle.
Trato de no pensar.
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Río Gallegos, 08 de Mayo de 2009
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