jueves, 5 de noviembre de 2009

EL POETA DEL SILENCIO (Reflexiones bajo la ducha)

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Hay veces que las palabras no alcanzan a expresar lo que un corazón ardiente contiene por exceso y lo desborda: aquello que está más allá de los límites del lenguaje y del tiempo

¿Cómo expresar ese magma desbordante —hirviente—, que de pronto nos invade —percepciones, pasiones, imágenes, anonadamientos inefables— si al pretender hacerlo —con la palabra por supuesto— se nos vuelve extrañamiento, disfraz?
¿Cómo expresarlo?

Un corazón trasgresor de límites, exuberante —sin los cántaros necesarios que recojan sus frutos para alimento de otros—, ¿no es acaso una negación, un corazón inútil, como la semilla que el viento deja caer sobre infecundos campos?

Gran paradoja: Inutilidad por exceso

Los poemas en general, los que trasmigran del No-Ser al Ser por el lenguaje ¿son poemas menores —esto es, menores por los limites que el lenguaje fija—, si lo consideramos en relación a percepciones poéticas no-natas —ilimitadas, de lo Divino-Infinito-Inefable—, percibidas por el genio sublime?

Los más grandes poemas ¿son grandes, precisamente, porque se aproximan a esos límites infranqueables? Y más aún, más grandes todavía que los más grandes poemas, ¿son aquellos que el genio lleva dentro, en estado de No-Ser, y que son pura percepción, puro sentimiento, pura infinitud?

¿Qué es, entonces, ser poeta?

¿Es el verdadero poeta el poeta del silencio —el poeta inmerso en la Divinidad—, el de la eternidad; de la negación e imposibilidad de la expresión?

Si así fuera, ¿no sería ésta, otra paradoja: la del poeta del silencio que deviene inútil, absurdo, sin cántaros que recojan sus frutos para alimento de otros?

¿Fue precisamente esto lo que el genio de Nietzsche afirmó cuando decía que el lenguaje de la música es el lenguaje que mejor expresa el estado del Ser, el estado del poema por nacer?

Los grandes poetas del futuro ¿serán los poetas del silencio, los de la ausencia de palabras; en síntesis: los de la ausencia de poetas?
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EPÍLOGO
¿Qué de aquellos elegidos que habitaron más allá del límite impuesto a los humanos —que cargaron con la insoportable percepción de la Verdad?

Doble castigo les fue impuesto: finitud del signo e incomprensión del significado. Pero un tercer castigo, aún mayor, quedó reservado al más bello de los hombres, al genio sublime, al poeta genial: por acercarse demasiado a los dioses, se le arrebata la cordura y se lo devuelve a la vida terrena en un estado de alienación humillante.

Río Gallegos, 26 de mayo de 2006
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