martes, 27 de enero de 2009

TEMOR Y TEMBLOR (Reflexiones desde el mar)

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A la nochecita, después de un tedioso día de playa, y con las exigencias propias de las almas en fuga, las familias, recién bañaditas y perfumadas, salen a pasear sus bronceados rostros por las vidriadas luces del centro comercial.

Los stands de las principales marcas de moda los atraen como las farolas iluminadas de los espacios públicos a los molestos cascarudos: “Tommy Hilfiger Shakespeare” “Soho Hölderlin” “Caro Cuore Rimbaud” “John Foos Baudelaire” “Chocolate Víctor Hugo”: locales todos, en hileras perfectas, prolijamente iluminados y diabólicamente sensuales.

Los elegantes paseantes en sus ansiosos congestionamientos se atropellan, se pisan, se disculpan, se observan, se besan, se desprecian, se miran, se rozan, se arquean, se imaginan, se acuestan, se babean...; se tiñen de verde como esos viejos panzones con sus bermudas de plata.

En cada vidriera detienen sus cansados pasos. En cada puerta curiosean.

Es un ejercicio de enseñanza aprendizaje donde los padres ¡grandes formadores de valores! acostumbran a sus retoños, ya desde pequeñitos, a percibir las fragancias de los buenos perfumes, opinar sobre tal o cual cartera, pulsera, pantalón, o zapatilla.

Códigos que deberán respetar y aprender a leer con la facilidad de un nuevo texto, para identificar e identificarse; para adquirir ese sentido de pertenencia a un universo identitario que los marcará para el resto de sus días.

Y ahí van, con pasos distraídos, cargando sus bolsas crujientes de papel madera, llenas de ilusiones nuevas que se renuevan y que, seguramente, lucirán orgullosos las noches siguientes.

Y ahí van, a sentarse al aire libre, a tomarse un respiro en medio del tumulto que avanza como un río desbordado.

Qué gusto da verlos con tanto vital entusiasmo, intercambiando y entrecruzando bolsas, halagos y productos, hasta que el cansancio los doblega y los agota por completo, sobreviniendo el bostezo y el vacío impertinente que despierta a los fantasmas del hastío que durante el día permanecieron adormecidos.

Y ahí se los ve en su real condición, abrazados a sus bolsas de papel en agotado silencio, bajo el amparo de estos seres diabólicos que danzan y ríen con cínico desprecio a imagen y semejanza de la muerte.

Y es allí cuando siento el primer cimbronazo. Cuando veo que las cosas se agitan y balancean. Cuando el piso se abre como las fauces del bíblico Leviatán, las paredes se deforman, se resquebrajan, y todo se desmorona.

La imagen que sobreviene es patética. La nada reina en derredor. Sólo los fantasmas bailan sus danzas macabras.

Me levanto. Pago mi café como de costumbre y, en perfecto silencio, sigo mi pasos entre los escombros humeantes de cadáveres yacentes y cuerpos agonizantes de niños inocentes que me miran abrazados a sus bolsas de papel.
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Pinamar 27 de enero de 2009
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6 comentarios:

Anónimo dijo...

El vacío de las acciones sin sentido... Sin querer me recuerda a "El consumo me consume" de Tomás Moulian... acciones que modifican la percepción del humano en cuanto al valor, el valor de sí mismo... en este caso me queda absolutamente claro a qué se refiere con vacío, mentes y vidas vacías, con falsas ilusiones de alegría, efímeros momentos cuando rozan el tenue flagelo de la aparente felicidad causada por objetos que convierten en sujetos.

Gracias Luis; a propósito, mi nombre es Fernanda.
Saludos!

Luis dijo...

Exactamente Fernanda. El vacío que anonada.
Es que el hombre moderno (del que soy fatalmente su contemporáneo), ha cortado sus vínculos con lo sagrado. Vive, por lo tanto, en el más absoluto nihilismo. Su Dios es el éxito económico inmediato, es el tener, el consumir, el vivir en el presente inmediato, ciegamente, estulticiamente.
Padres necios, educando a sus hijos en la necedad. Un círculo vicioso que se potencia y se alimenta a sí mismo.
¿Cómo se sale de todo esto? No lo sé. Habría que preguntárselo a los políticos, a los sociólogos, a los curas o a los filósofos.
En lo que respecta a mí, soy escéptico. Creo que estamos recorriendo un camino de decadencia generalizado, sin retorno, que nos lleva directamente al infierno ¡Y sin escalas! Es de origen cultural y de raigambre axiológica.
Gracias por permitirme reflexionar. Seguiremos en contacto.
Luis H

Anónimo dijo...

Es que romper el vínculo con lo sagrado ha llevado a la humanidad a alienarse en distintas cosas, en situaciones y objetos vacíos, que suplen esa necesidad del alma de ser alguien, y ya no es la promesa del vínculo con el Uno, o el glorioso cielo, sino que es ensalzarse y categorizar dependiendo de cuántas riquezas se posean, pero riquezas materiales, porque ya poca importancia se da al valor del espíritu humano, a lo trascendente, a lo profundo, a aquello que se queda impreso en el alma para siempre.

Es un gusto reflexionar contigo y resolver las ecuaciones de la vida que parecieran tener solución en los grandes, en los políticos, en "los que saben", pero, ciertamente, la respuesta sale de la más profundas de las ganas del ser humano de subsistir, de no morir, de trascender; y antes se lograba conectandose con lo sagrado, hoy se suple con vacío... ¡Qué hacer entonces para entender!... es como cambiar agua potable por lodo y morir en el intento de beber.

Luis dijo...

Fernanda. Plenas coincidencias. Y sin fisuras...

José Buhardilla dijo...

Muy bueno Luis! saludos. Jose Buhardilla

Anónimo dijo...

Muy buen texto .Excelente ironización de la sociedad dee consumo.Un saludo .Espero tu vista en mi blog.

Silvia Loustau


www.silvialoustau.blogspot.com